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lunes, diciembre 05, 2005

El Peru en su propio laberinto

(La Republica, 14 de diciembre de 2005)

La democracia es como un mercado en el que nuestras decisiones de “compra” no pueden modificarse por largo tiempo. Esta es una “falla” del sistema que genera un desgaste natural de las autoridades que elegimos. Lamentablemente dicho desgaste se acentúa en nuestro país por factores como promesas electorales incumplidas y una grosera ausencia de austeridad en el gasto público. Frente a esta situación, muchos ciudadanos, hastiados de la política, buscan un cambio de rumbo radical al llegar las elecciones.

Esta demanda electoral “visceral” – que no le asigna valor a los avances institucionales y/o económicos que pudieran haberse logrado - genera una oferta de candidatos como Fujimori, Toledo, y Humala. ¿Qué tienen ellos en común? Son figuras que construyen sus imágenes políticas criticando a los gobiernos anteriores, ofreciendo medidas que no nacen de planes de gobierno, y reclutando sobre la marcha - como bases - a gente mayormente sin formación pública. En otras palabras, se trata de aventureros cuya distancia de la arena política les permite vender la idea de que su gestión constituirá un cambio de rumbo radical (aunque sepan que esto no es posible ni recomendable).

La gestión de una clase dirigente con estas características obviamente fracasa. No puede cumplir con sus promesas electorales (salvo que no le importe mantener el equilibrio fiscal), carece de rumbo, y tiende a servirse vorazmente del Estado. Esto genera indignación en la población, pasan cinco años y la historia se repite. ¿Por qué? Porque la demanda electoral que genera este tipo de autoridades emite un voto poco meditado que usualmente - pero no siempre - proviene de los ciudadanos menos informados.

¿Cómo podemos salir de este círculo vicioso? En una columna que publiqué en este Diario el 23/3/2005 sostuve lo siguiente: “La adopción del voto facultativo redefiniría la demanda electoral. El 61% de personas que no están interesadas en política, según una encuesta reciente de Apoyo, no estarían en actitud de escuchar ofertas electorales. Por ello sería tremendamente costoso apuntar a este grupo como publico objetivo. Bajo estas circunstancias, la oferta electoral tendría que concentrarse en persuadir al 36% de personas que, según la misma fuente, sí están interesadas en política; por lo que demandarían propuestas para decidir por quién votar. Las características de esta nueva demanda, junto con la competencia que enfrentarían las agrupaciones en el 2006, forzarían a los candidatos a elevar el nivel de sus propuestas. Por tanto, podríamos esperar mejores resultados electorales que con el voto obligatorio”.

Lamentablemente, la mayoría de nuestros congresistas, aún sabiendo que un candidato con las características de Humala ha alcanzado el 15% de la intención de voto, acaba de cerrar cualquier salida a este círculo vicioso al oponerse a fórmulas que hubieran conseguido un efecto al menos similar al voto facultativo (la eliminación de la muerte civil o la reducción de las multas por no votar). ¿Acaso no se dan cuenta de que esto no va a jugar a favor de ningún político aventurero actual – como varios de ustedes - sino sólo de nuevos aventureros como Humala?